Hay un contingente de hombrecitos rojinegros que diariamente y a toda hora recorren de palmo a palmo la ciudad de Huaraz. Se les ve en el Centro, Villón, Tacllán, La Florida, San Nicolás, la Soledad y en todo lugar o momento donde el peligro y la delincuencia hacen de las suyas. Fungen de todo: de policías, bomberos, paramédicos, salvavidas, parteros, guías y de carga bolsas de viejitas dulces. Y se les ve en el rostro que lo hacen con verdadera convicción patriótica. Sus acciones en bien de la seguridad de los huarasinos cubren los principales titulares de los diarios y desde las radios locales los enronquecidos periodistas narran continuamente sus valientes y eficaces acciones de rescate y auxilio. Suicidas despechados, viejitos descuidados, niños perdidos, madres gestantes, alcaldes secuestrados – como Sulpicio Villanueva, de Yauya - ciudadanos asaltados, perritos atropellados y toda alma necesitada de auxilio dan fe de su valiosa ayuda en el momento oportuno. Son los “serenos”, miembros del Serenazgo Municipal, que están cumpliendo una loable labor que notan y reconocen tirios y troyanos.
La delincuencia, el pandillaje y la inseguridad ciudadana son males sociales que afectan a los grandes focos poblacionales y que indudablemente tienen su caldo de cultivo en la pobreza, la mala educación, el analfabetismo instruccional y la exclusión económico-social entre otros. Huaras ya no es el villorrio o la aldea con aires borbonescos de hace treinta o veinte años sino una ciudad cosmopolita. Sin duda, el boom minero no solo trajo el circo tecnológico, los super market y la ilusión del trabajo estable y bonanza para todos. Trajo también a los empresarios del placer y la carne con sus night clubs, sus prostitutas, sus “cafichos” y un buen contingente de rateros. Y los narquitos locales de poca monta fueron desplazados por otros de “alto vuelo”. Los pocos honestos policías nada pudieron hacer para frenar esta marejada de bajeza, corrupción y traición porque luchaban contra dos frentes; uno externo: la delincuencia, el narcotráfico y el puterío; otro interno: por un lado los policías corrompidos que se paseaban en buenos carros y que recibían “bonificaciones” de narcos, proxenetas y ladrones y por otro, los altos jefes que se tiraban la plata de la gasolina y hasta de sus propinas, uniformes y zapatos. Así fue como llegó, incrementó y se quedó la gran delincuencia en Huaras. Hoy nadie puede quedarse dormido en la calle y amanecer con los zapatos puestos como hace diez años.
Por eso, abrumado por el incremento de la delincuencia, el pandillaje y la inseguridad ciudadana ante la escasa presencia de la Policía Nacional y la inoperancia del gobierno regional; el alcalde de Huaras, Lombardo Mautino, escuchó la demanda social para su erradicación y tomó la decisión de conformar el Serenazgo Municipal. Invitó la participación de la PNP y sus jefes regionales de ese entonces propusieron altas condiciones económicas para participar en dicha iniciativa municipal y obligada labor institucional pero el Cóndor Mautino no les aceptó. Entonces convocó a sus mejores colaboradores y ahí está el resultado. Un servicio de seguridad ciudadana municipal que día a día está reduciendo los límites de la delincuencia y la inseguridad ciudadana en Huaras y que lejos de ser un grupo de tirapalos embrutecidos es un equipo de “serenos” con mística, convicción y buen trato al ciudadano que se ha ganado la confianza del vecindario de tal suerte que cuando tienen una urgencia o emergencia llaman al Serenazgo porque demoran en promedio cinco minutos para llegar y prestar auxilio. Los otros no llegan – porque nunca tienen gasolina - o les dicen que irán si les ponen la gasolina.
Esperamos que el Serenazgo Municipal mantenga esa mística de protección y servicio a la población y que la PNP – esperamos que con el Gral. Matos Vinces las cosas cambien y mejoren – apoye esa actitud cívica para hacer de Huaras una ciudad siempre segura. No olvidemos que primero está la Patria y la Sociedad y luego los negocios. Sobre todo para las instituciones públicas.
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