El problema del comercio informal o el de los ambulantes es un problema estructural en nuestra patria y especialmente en Huaraz. Tiene sus motivaciones fácticas en la carencia de puestos de trabajo, círculos laborales cerrados, bajo o nulo nivel instructivo de la población laboral descrita, altos índices de corrupción en los niveles altos de gobierno central y municipal y carencia o inaplicación de un adecuado plan de ordenamiento comercial por parte de la municipalidad provincial. Causas y efectos que naturalmente van en detrimento de las grandes mayorías. En Huaraz existe una paradita muy famosa y la llaman la Paradita Quilcay. En realidad de “paradita” tiene solo el nombre porque su “territorio” se extiende por cerca de más de 50 manzanas, es decir casi un cuarto del área urbana de Huaraz. Allí coexisten apiñados, tugurizados, remodelados y hasta “cholifashionados” mil y un comercios. Desde el vendedor de abarrotes hasta el de ropa pasando por el de sebo de culebra y los de comidas, cuchicanca incluido. Y esta “paradita” tiene los días contados porque de un momento a otro todos serán expulsados de ahí. Eso porque “va contra la ley”.
Debido a este grave problema y a una serie de marchas y protestas de la población huarasina en contra de la Cia Minera Barrick, lograron hace más de dos años que esta empresa se comprometa a construirles un mercado. Pero ese ofrecimiento hasta hoy no se hace realidad porque los comerciantes informales tenían que poner en contraprestación el terreno. Es así que Marcos Pérez y los dirigentes de los comerciantes sin piso y sin cielo de la Parada Quilcay hace más de dos años iniciaron el largo camino de tocar puertas y hacer antesalas; de solicitar audiencias, recolectar cuotas y hacer las “chanchitas” para los pasajes, los menús y los sanguches con las autoridades y funcionarios públicos solo para persuadirles de que les apoyen en su sueño. Así llegaron a ubicar a Quinuacocha - donde dicen que antes se hacían las ferias regionales – y persuadieron a todo el mundo a fin de que el BIM Juan Hoyle Palacios que allí se encuentra acantonado sea reubicado al Fundo San Rafael. No fue fácil. Fueron denegados,“paseados” y hasta ultrajados. Finalmente fueron recibidos por el Presidente Álvarez y este luego de escucharlos atentamente comprendió el problema y ordenó a sus funcionarios que iniciaran inmediatas acciones para la reubicación del BIM, la coordinación con el alcalde Mautino y así, los anhelos de la construcción del Gran Mercado Mayorista Popular de Huaraz empezaron a cristalizarse. Pero luego nos enteramos que el mes pasado se formó una Asociación de Defensa de los terrenos de Quinuacocha cuyo objetivo es que en los terrenos que iba a desalojar el BIM no se construya un mercado sino que sea destinado en su totalidad para construir los juegos recreacionales y deportivos de la ciudad.
Y nos parece que más que la cordura y el buen seso está primando aquí el ego y la intolerancia. Los “nuevos defensores” de Quinuacocha y de sus probables lozas deportivas y toboganes olvidan que Marcos Pérez lidera una lucha popular cuyos beneficiarios directos indudablemente no solo serán los 300 niños y jóvenes que sueñan saltarán entre toboganes y subibajas, sino los 400 comerciantes de dicho mercado que tendrán un puesto de trabajo para ellos y sus familias y sobre todo los mas de 50,000 mil personas que habitan la ciudad quienes podrán acceder a una mayor oferta comercial de productos de primera necesidad con la consiguiente generación de miles de puestos de trabajo en actividades conexas. Es cierto, las áreas de esparcimiento, recreación y deporte son importantes para una sociedad. Pero mucho más importantes lo son el empleo y los servicios básicos. Habiendo un área tan grande en Quinuacocha bien se puede construir un área de esparcimiento y también un gran mercado que haga de Huaraz una ciudad de verdad y ya no siga siendo en la prestación de sus servicios básicos un sencillo villorrio. Las actitudes emocionales, egoístas y de casta cerrada no solo son de mal gusto, sino imprudentes y contrarios al progreso. Todo esto me hace reflexionar que en efecto, el verdadero problema del peruano subdesarrollado es su enajenación. Porque en vez de atacar la causa del mal solo maquilla el síntoma, alargando el mal y malversando sus escasos recursos. Triste vida de necio eso de no saber concertar y andar poniéndole zancadillas a los que caminan construyendo su destino.
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